Hoy es un nuevo día. La vida sigue... La vida nos da mil razones cada día para odiarla, sin embargo siempre hay por lo menos una razón para poder amarla. Y esa razón para cada persona es distinta. Y por muy mala que veamos la vida, por muchos infortunios y estrecheces a los que nos enfrentemos, por muy dolorosos que sean los recuerdos que tengamos, la balanza siempre se inclinará hacia el lado positivo. ¡Creédme!
Valor, valentía, intrepidez, audacia,
atrevimiento, osadía... Llamemos como llamemos esa cualidad, es algo que si no tuvieramos, no podríamos salir adelante.
Según la R.A.E., una de las acepciones de la
palabra 'valiente' es 'capaz de acometer una empresa arriesgada a pesar
del peligro y el posible temor que suscita'. ¿Qué puede haber
más arriesgado o susceptible al temor que vivir? ¿Morir?
Para mí la vida y la muerte están en un duelo permanente. Incluso, a nivel de nuestras minúsculas existencias las batallas no cesan: con cada día de nuestra vida nos acercamos a la muerte pero no sin librar una batalla...
Hoy quiero presentar una balada de Robert Louis Stevenson al que adoro y venero. Se trata de 'Heather Ale'- 'La cerveza de brezo'. No sé por qué razón se conoce esta balada en Rusia y nó en España. En ruso hay una magnífica traducción de Samuil Marshak (Самуил Маршак, 'Вересковый мед') que es tan bella como el original en inglés. Yo tenía muchas ganas de darla a conocer al mundo hispanohablante (claro, ¡a los que todavia no manejan bien el inglés y no la pueden leer en el idioma del autor que sería lo idóneo!) De hecho es una de mis primeras traducciones literarias al español. Es un poema de vida, muerte y valor.
CERVEZA
DE BREZO
(HEATHER
ALE, By Robert Louis Stevenson)
En
antaño, de flores de brezo
Se
hacía cerveza sin hiel.
Más
fuerte era que el vino,
Más
dulce era que la miel.
La
hacían y la bebían
Bajo
la tierra en sus moradas después
Días
y días juntos
Pequeños
hombres de ruda tez.
Vino
el rey de Escocia
Para
sus enemigos muy cruel.
Sin
piedad capturaba a los pictos,
Como peces caían en su red.
Por
montañas y campos de brezo
Los
mataba a sangre fría:
En
rojo brezo ensangrentados cuerpos,
Los
muertos y los que morían.
Llegó
el verano. Cual antes
Los
campos de brezo en flor.
Mas
no hay quien haga cerveza,
Quien
coja flores de color.
En pardas tumbas de altas cumbres
Los cerveceros de brezo yacían.
En
frías montañas solo la muerte
Consuelo les daría.
El
rey por los paramos rojos
Iba
a caballo un día estival.
Por
el camino oyó mil sonidos,
Entre
las flores abejas zumbar.
Negra
era su ira.
Las
cejas fruncidas, ¿quién puede creer?
¡Regir
el país de cerveza
Y
no la puede beber!
Sus
vasallos trotaron los campos
Y
así deparó el azar,
Hallaron
a dos enanos bajo las piedras,
Un
joven mozo y su anciano padre carnal.
Los
sacaron de su escondite
Ni una palabra dijeron jamás
El
joven y su viejo padre,
Los
últimos pictos del lugar.
El rey subió a su fiel corcel
Y
miró a los hombres de oscura tez.
El
padre y el hijo, el hijo y el padre
Alzaron
sus miradas al rey.
En
el borde vertiginoso
Los
dos esperaban el final atroz.
“Os
daré la vida, sabandijas,
Si
reveláis el secreto de brezo vos.”
De
rodillas los dos prendidos,
Uno
de ellos de estatura menor,
Al
fondo veían el mar retumbando,
Alrededor
de ellos el brezo en flor.
Se
levantó y habló el viejo,
Era
aguda y clara su voz.
“Dejadme
hablar, mi señor, en privado
Palabras
mías solo a vos.”
“La
vida se adora con los años
Y
poca cosa es el honor.
Os
vendo con gusto el secreto de brezo,”
Le
dijo el picto al malvado señor.
Su
voz era clara, maravillosamente aguda,
Igual
que el piar del gorrión.
“Os
vendo el secreto, mas temo a mi hijo
De
ser el testigo de mi traición.”
“Porque la vida es poca cosa,
La
muerte es nada en la temprana edad.
Sólo
podría venderos mi honra
Sin
que mi hijo supiera verdad.
Prendedle,
señor, y atadle,
Echadle
al abismo del mar,
Después
os diré el secreto
Que
yo juré guardar.”
Le
ataron los pies y el cuello
Con
un trenzado cordel.
Un
hombre lanzó al vacío al zagal
Con
fuerza, a las ordenes fiel.
El
mar absorbía el cuerpo del joven,
Las
olas rompían en adiós.
Y
en la roca estaba su padre anciano,
El
último picto ante Dios.
“Te
dije palabras ciertas.
No
confiaba en joven valor.
Dudaba
de su coraje
Poder
aguantar el dolor.
Pero
yo no temo torturas,
Ni
el fuego ni nada jamás.
En
mi pecho está el secreto sagrado,
El
secreto del brezo en mi morirá.”
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